Pope Francis

Divina Misericordia (English Homily Begins at Minute 12:00)

by Father Brian J. Soliven on Sunday April 27, 2025

 ***English Homily Begins at Minute 12:00***

 

A estas alturas, muchos de ustedes probablemente ya habrán escuchado la noticia del fallecimiento del Papa Francisco, quien dejó esta vida el lunes pasado a la edad de 88 años, después de enfrentar problemas de salud durante un tiempo. Justo un día antes de su muerte, se vio paseando por la Basílica de San Pedro en la Ciudad del Vaticano en el muy familiar papamóvil blanco, ofreciendo bendiciones y saludos a los miles de peregrinos que se habían reunido. En lo que sería su última aparición pública, pasó sus últimos momentos como pastor bendiciendo a las personas que amaba tan profundamente: una conclusión hermosa y apropiada para una vida entregada al servicio de la Iglesia.

 

Como sacerdotes, estamos llamados a dar nuestra vida al servicio del pueblo de Dios. Caminamos contigo en momentos de alegría y tristeza, de celebración y de sufrimiento, esforzándonos sobre todo en amarlos con el corazón de Cristo. Este llamado es a la vez profundo y humillante. Como ustedes, somos humanos: frágiles, imperfectos y en constante necesidad de la misericordia de Dios. Tenemos nuestros momentos de fortaleza y nuestros momentos de debilidad, y es sólo por gracia que continuamos en esta sagrada misión.

 

Ahora, mientras los cardenales de todo el mundo se reúnen en la Ciudad del Vaticano para discernir y elegir al próximo sucesor de San Pedro, se nos recuerda una verdad profunda: cada Papa que alguna vez ha dirigido la Iglesia, incluido el que está por venir, es un pecador redimido por la gracia de Dios. No es el humano perfecto quien sostiene a la Iglesia, sino la presencia permanente y el poder de Jesucristo, su Divino Fundador. La misión de la Iglesia permanece sin cambios: proclamar con valentía y alegría que Jesucristo ha resucitado de entre los muertos y que el pecado y la muerte ya no tienen la última palabra. En esta verdad encontramos nuestra esperanza, nuestro propósito, nuestra paz y, lo más importante, la intensa misericordia de Dios. Este domingo también celebramos providencialmente el Domingo de la Divina Misericordia.  La Divina Misericordia es más que una devoción; es el corazón mismo del Evangelio. En la fe católica, la Divina Misericordia representa el amor infinito de Dios derramado sobre la humanidad, incluso cuando no lo merecemos. Es un recordatorio de que ningún pecado es demasiado grande para el perdón de Dios, y ningún alma está demasiado perdida para ser devuelta a Sus brazos.

 

En el centro de esta devoción está el mensaje de Jesús a Santa Faustina Kowalska, una humilde monja elegida por Dios para difundir el mensaje de Su misericordia al mundo. A través de ella, Cristo nos recordó que Él no anhela condenar, sino sanar, restaurar y redimir. Sus palabras, “Jesús, en ti confío”, se han convertido en una poderosa oración de entrega, que invita a cada corazón a confiar en la bondad de Dios incluso en tiempos de oscuridad. La Divina Misericordia nos desafía a vivir con compasión. Nos llama a reflejar la misericordia de Dios hacia los demás: a perdonar, a comprender y a tender la mano a quienes están sufriendo. En un mundo que a menudo se siente duro e implacable, el mensaje de la Divina Misericordia se convierte en un faro de esperanza, que ofrece paz y renovación a cualquiera que recurra a él. El abrazar la Divina Misericordia es creer en un amor que nunca se rinde ante nosotros. Es un llamado a confiar, a perdonar y a amar sin contar el costo. Al hacerlo, no sólo recibimos misericordia sino que nos convertimos en instrumentos de ella. En palabras de San Juan Pablo II, quien canonizó a Santa Faustina y estableció el Domingo de la Divina Misericordia: “No hay nada que el hombre necesite más que la Divina Misericordia”. Y, de hecho, en un mundo herido, la misericordia no es sólo un regalo de Dios: es nuestra misión.